Quiero…

Quiero abrazar a mis padres y a mis hermanos.
Quiero estar cerca de mi familia.
Quiero sentir a mi sobrino dentro de la barrigota de su mamá.
Quiero hacer un chino y un mercadillo con mis amigas.
Quiero conducir mi moto.
Quiero risas, historias, guitarra, tarot y luna.
Quiero sesiones interminables para ponernos al día.
Quiero una Estrella bien fresquita.
Quiero la comidita de mi madre.
Quiero un tenis con mi padre.
Quiero tortilla de patata, jamoncito del bueno, boquerones en vinagre y aceitunas.
Quiero comprar pan calentito por la mañana.
Quiero contemplar el mar desde Collserola.
Quiero ver el amanecer en la Barceloneta.
Quiero achuchar a todos los bebés que tanto han crecido durante mi ausencia.
Quiero un bocadillo de fuet para desayunar.
Quiero ir en bici por la Diagonal.
Quiero cine al aire libre en Montjuich.
Quiero respirar mi ciudad, volver al origen.
Quiero mi habitación, mi baño, mi espacio, quiero un hogar.

Vuelvo a casa!

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40.000 en plenas vacaciones!

Se nota que la actividad en el blog ha bajado, casi todos estáis de vacaciones, pero aun así siempre me sorprende ver cómo va aumentando el número de clicks!

Con 40.000 visitas se puede decir que soy ya una blogger consumada. Jajaja! Ya me gustaría.

Se acerca el final de esta aventura y no puedo repetir suficiente que no sé si habría tenido la constancia de seguir con el blog si no fuera por mis fans.

Una vez más, gracias!

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Filipinas – Palawan, Honda Bay

Llegamos a Puerto Princesa y nos gusta la sensación de volver a un lugar conocido. Ya sabes dónde están las cosas, cómo moverte, etc.

Sólo tenemos dos días, así que uno de ellos lo dedicamos a ir de excursión a Honda Bay, una reserva marina al norte de la ciudad. El funcionamiento es el típico: nos recogen en furgoneta al punto de la mañana, nos llevan al puerto, cogemos el barquito y recorremos tres islas.

En este caso, los lugares no son tan paradisíacos como en los otros puntos de Palawan y la cantidad de peces y de coral no nos impresiona, pero no importa, porque estamos tan cansadas de la actividad de las semanas anteriores, que nos dedicamos a tomar el sol, leer y relajarnos en la arena. Ah, y también a hacernos una buena sesión de fotos!

El segundo día lo reservamos para hacer ir al mercado y hacer las típicas compritas.

Nos ha encantado Filipinas y nos ha quedado tanto por ver… Volveremos!

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Filipinas – Palawan, Coron

El trayecto en el barco que nos lleva a Coron se nos hace eterno. El mar estaba tranquilo, pero hacía mucho calor y tardamos casi ocho horas. Un rollo!

De nuevo, todo está súper bien organizado, aunque nunca ningún transporte sale puntual.  Llegamos al muelle, incluso hacemos check-in, vamos hacia el barco y nos hacen ponernos a todos el chaleco salvavidas. Muy bien! Lo gracioso es que en cuanto abandonamos el puerto, todo el mundo se levanta, se lo quita y lo usa como respaldo. Fue como si el capitán de un avión apagara la señal de cinturones. Muy divertido.

Coron no tiene muy buena fama, pero a nosotras nos encanta desde el primer momento. Es muy auténtica y estamos mucho más expuestas a la manera de vivir de los filipinos. La ciudad es famosa por el buceo principalmente. En 1944, quince barcos japoneses de la Segunda Guerra Mundial se hundieron cerca de su costa. Atraen a buceadores de todo el mundo y, claro, nosotras no podíamos ser menos. Hacemos un día de inmersiones. La Ro empieza más tímidamente, sólo en el exterior del pecio, pero en la segunda inmersión, también se atrevió a meterse dentro. Es bastante emocionante, la verdad, y una se siente muy aventurera, ahí abajo, con la linterna, nadando entre esos enormes esqueletos metálicos.

Coron está en la costa, en la isla de Busuanga, pero no tiene playa. Las casas están construidas sobre el agua, ganando terreno al mar y para acceder a las que están en primera línea, hay que pasar por un entramado de casas de bambú, pasarelas y barrizales. Otra de las características de la ciudad es la precariedad de la red eléctrica. Nunca se sabe cuándo va a haber electricidad, es totalmente imprevisible. Por eso, la mayoría de hostales y restaurantes tienen su propio generador. Por la noche, llama la atención que todas las tiendecitas en la calle se iluminan con velas y también la mayoría de las casas. Todo está muy oscuro, las farolas no funcionan y al principio resulta extraño, pero es sólo cuestión de costumbre.

También visitamos las termas y creo que fue el día más caluroso de todos los que pasamos en Coron, con lo cual, la temperatura del agua a más de 40 grados era casi insoportable.

Conocemos a varios viajeros: Vicente, un filipino afincado en EE.UU descubriendo su país a los 70 años; Dallas, un australiano muy divertido y algo excéntrico; y Phillipe, un profesor de francés en Qatar con el acento más gracioso que os podáis imaginar. Un grupo genial para hacer excursiones en barco, cenitas y sobremesas eternas.

Visitamos el impresionante Lago Kayangan, al que se accede en barco y luego trepando unas escaleras de roca que te llevan a un paraíso de agua verde cristalina. Dicen que es el lago más limpio del mundo y al estar sobre un volcán subterráneo, las capas de agua fría y caliente se mezclan y es muy curioso nadar en sus aguas.

Entre los locales con los que hacemos amistad están: Ricardo, un guía turístico que con tal de vendernos un tour, nos llevaba en moto por la ciudad; Leia, un encanto de mujer que vendía pollo frito en la calle; y Julien, un conductor de triciclo con el que pasamos varias aventuras. Se nos rompió la cadena del vehículo en plena lluvia en dirección a la playa, tuvimos que correr entre el lodo y llegar empapadas hasta que su hermano nos vino a buscar, eso sí, dos horas más tarde.

Julien también nos llevó a ver las peleas de gallos el domingo. La Ro no quería ir y la verdad es que yo tampoco estoy de acuerdo con la crueldad animal, pero es una parte tan grande de la cultura filipina que quise verlo, por lo menos una vez. Julien nos iba explicando todo, desde cómo se decide quién lucha contra quién, las apuestas, la colocación de la navaja en la pata del gallo, etc. Fue una experiencia interesante.

Hemos pasado casi una semana en Coron y gracias al milagro de los vuelos baratos, nos podemos ahorrar el barco de vuelta y el autobús, y encima nos sale mejor de precio. Volamos de nuevo a Puerto Princesa, se acerca el final del viaje.

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Filipinas – Palawan, El Nido

Llegamos a El Nido después de un viaje muy bien organizado. Jeepney hasta Roxas, desayuno en un chiringuito de la carretera y furgoneta. Barry, el instructor de buceo, lleva haciendo el mismo trayecto varios años y se encarga de reservar los asientos. Incluso nos reserva una habitación en el hostal que queda justo al lado de su tienda, así que no tenemos que preocuparnos de nada.

Esta vez decidimos darnos un pequeño lujo y cogemos la habitación que da al mar, con una terraza encantadora toda de madera. Cuando sube la marea, nos llega el agua hasta los mismos escalones. Es increíble cómo han construido de manera que casi no han dejado playa. Todo este glamour no nos impide tener que hacer un montaje bastante interesante para secar con el ventilador todo lo que se nos ha mojado con la lluvia.

En temas de electricidad, hemos avanzado, ya que aquí la tenemos disponible más horas, de 14h a 6h y además, tenemos internet en el hostal. Un lujo! El Nido está en una ubicación privilegiada, entre el mar y las inmensas rocas. Es un pueblo diminuto y resulta un poquito agobiante porque todas las construcciones están muy juntas, sin espacio, parece que las tiendas y los restaurantes estén prácticamente unos encima de otros. También se nota que es muy turístico, pero no es de extrañar, porque las islas que lo rodean tienen los lagos y los paisajes más espectaculares que hemos visto.

Nos apuntamos a una excursión en barco. Secret Lagoon nos sorprende, ya que se accede a ella a través de un pequeñísimo agujero en la roca y una vez dentro, te rodean las piedras, la jungla y el agua es turquesa. En la isla de Miniloc, Big Lagoon y Small Lagoon nos dejan sin palabras. Según la Ro, el lugar más bonito en el que ha estado jamás. Tenemos que hacer snorkel con lluvia y aguantar un poco de frío al volver mojadas en el barco, pero vale la pena.

Los chicos del barco nos preparan pescado en una barbacoa de la playa. Ideal!

Al día siguiente, nos montamos en un barco que nos lleva a Coron, una isla al norte de Palawan.

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Filipinas – Palawan, Port Barton

Llegar a Port Barton fue mucho más fácil de lo que pensamos. La verdad es que al ser un destino poco turístico, la gente no nos animó demasiado a ir, pero fue todo un acierto. La cuestión es que los últimos 30km de carretera están sin asfaltar y en un estado bastante deplorable. Por eso, los tours no llegan y precisamente por eso, es un lugar tan tranquilo y agradable.

El trayecto en bus fue fácil, teníamos espacio y aire fresco (muchas ventanas no tienen cristales). Los filipinos nos observaban con una sonrisa, curiosos, siempre amables. Al llegar a la intersección, tuvimos que usar los ojos azules de la Ro como arma para negociar el precio del triciclo, ya que la última furgoneta ya se había ido y estábamos a la merced de los conductores. Nos salió bien la jugada, pero el trayecto fue una pesadilla. Nos costó una hora de dolor en el trasero recorrer los escasos 30km.

Los triciclos son motos con un parapeto metálico adyacente, que pueden transportar un número a veces inverosímil de filipinos dentro. En nuestro caso, apenas cabían nuestros dos culetes mediterráneos…

Port Barton nos recibe con lluvia y cuando ya estamos instaladas en nuestra cabaña, cae el diluvio universal. No pasa nada, celebramos la llegada a destino con una cervecita y una buena cena en el restaurante.

Como en casi todas las ciudades de Palawan, en Port Barton no hay electricidad todo el día. En este caso, sólo de seis de la tarde a medianoche.

La Ro decide sacarse el curso de buceo con Barry, un inglés mayorcete y muy gracioso. Fue un lujo, ya que lo tenía enteramente a su disposición. Las islas a las que fuimos en barco eran totalmente paradisíacas. Pasó nervios, pero lo hizo muy bien y ahora podemos bucear juntas!

Ya de vuelta, en el hostal, nuestra parejita preferida, Ron (inglés) y Bon (filipino), nos esperan para el happy hour. Fue una noche divertidísima de playa, música y baile.

Dejamos Port Barton con un poco de penita, pero queremos seguir hacia el norte.

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Filipinas – Palawan, Río Subterráneo en Sabang

A dos horas de Puerto Princesa, el pequeño pueblo de Sabang gira en torno al Río Subterráneo. Recientemente ha sido declarado una de las Siete Maravillas de la Naturaleza.

Nos decidimos por la opción fácil, nos pasan a buscar por el hostal y nos tramitan los permisos y todo lo necesario para la excursión. Miguel y Santiago, de Buenos Aires, que se alojan en el mismo lugar, hacen el viaje con nosotras, así que nos divertimos intercambiando historias. Ellos quieren recorrer ocho países en dos meses… un plan ambicioso!

El camino es bonito, parece que toda la isla es jungla. Todo es verde. Precioso y salvaje!

Con 8,5 km de longitud, se trata del río subterráneo más largo del mundo. Nos adentramos sólo 1,5 km con nuestro barquito, ya que para ir más lejos hace falta un permiso especial. Las innumerables cuevas están habitadas por unos 40.000 murciélagos y dicen que al atardecer, todos abandonan su refugio para salir a comer al exterior. Debe ser impresionante.

La roca adopta formas increíbles en el interior y con algo de imaginación se pueden ver desde animales a la cara de Jesucristo! Nos gusta muchísimo la excursión, pero nos sabe a poco.

Decidimos no volver a Puerto Princesa con la furgoneta, seguir hacia el norte y aventurarnos a llegar a Port Barton, un destino poco turístico. Allá vamos!

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Filipinas – Palawan, Puerto Princesa

Estoy en Asia de nuevo. Cómo lo extrañaba, me encanta! La gente te sonríe, nada está súper organizado, pero todo siempre sale bien.

Mi hermana Rosana está conmigo y estoy encantada de viajar acompañada de nuevo.

Llegamos a Puerto Princesa desde Singapur (vía Manila) y nos pasamos casi todo el día viajando. Rosauro, el dueño del hostal, nos viene a buscar al aeropuerto. Regenta un pequeño negocio familiar y en seguida nos sentimos a gusto. Su hija Raya, de un año y medio, es una dulzura!

Puerto Princesa es la capital de la isla de Palawan. Es una pequeña ciudad vibrante, con muchas tiendas, un mercado con fruta deliciosa y, por algún motivo, muchas peluquerías… Hemos disfrutado haciendo fotos, paseando y hablando con la gente.

Le concedemos el premio al centro comercial con las figuritas más horteras!

Nota: El mérito de todas las fotos de este viaje es de la Ro, que conste.

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Australia – En velero desde Cairns

Son las 5 de la mañana y como soy de buen despertar, me toca guardia. Llevamos ya más de dos semanas en el velero. Estamos cruzando el Golfo de Carpentaria, 72 horas de navegación sin parar, no hay donde fondear, así que toca maratón y nos vamos alternando en el manejo del barco. Estos tres días han sido duros, durísimos, la verdad. Una cosa es navegar durante el día, con la brisa, el sol y la protección del arrecife. Otra muy distinta es hacerlo de noche y a mar abierto, con olas enormes que hacen que el barco se mueva muchísimo. Es difícil dormir, ir al baño es como mear en una montaña rusa y es mejor no comer mucho para que no se revuelva el estómago. Pero empecemos desde el principio.

Encontré a Jake (Irlanda), Dav y Kev (Inglaterra) en Cairns. Todo un hallazgo! Son los chicos más divertidos que he conocido en mucho tiempo. Llevan un tiempo trabajando en Australia y su último jefe, Paul (nacido en Nueva Zelanda pero criado en Australia), acaba de vender su empresa para comprarse un velero. Una tarde me invitan al barco a tomar unas cervezas, en seguida conectamos, me preguntan cuáles son mis planes y me proponen unirme a ellos durante tres semanas. Acepto sin dudarlo.

Clair de Lune es un precioso velero de 47 pies (16 metros). El capi duerme en su camarote de proa y los cuatro miembros de la tripulación tenemos pequeñas camas en la sala de estar-cocina-despacho-estación de radio. El espacio es limitado, pero la verdad es que nos organizamos de maravilla y todo el mundo pone de su parte a la hora de cocinar, fregar y ordenar. Paul nos enseña a manejar el velero. A primera vista, el entramado de cuerdas, poleas y demás parece imposible de descifrar, pero a medida que pasan los días, todo tiene sentido.

Navegar, sentir el poder de los elementos. Desplegamos las velas, apagamos el motor. Silencio, brisa, cielo azul. Parece imposible que esta mole de 26 toneladas se mueva solamente con la fuerza del viento. La sensación es increíble.

Tortugas, mantas, tiburones, cocodrilos y delfines. Días de pesca, de sol, de fogatas en playas desiertas, de nécoras y pescadito a la brasa. Recorriendo los lugares más espectaculares de la Gran Barrera de Coral, en compañía de buena gente. Hacía tiempo que no me divertía tanto! Los chicos siempre están haciendo bromas, de buen humor y aunque las cosas no salen bien todo el tiempo (hay que recordar que todos, menos el capi, somos novatos en esto) siempre tienen una sonrisa.

Hemos pescado todo tipo de bichos enormes y deliciosos, aunque en el intento también nos han picado varios tiburones, que hemos devuelto al mar. También hemos amasado nuestro pan para el desayuno. El velero tiene dos paneles solares y un pequeño aerogenerador, así que intentamos ser lo más sostenibles posible.

Llego a Darwin sana y salva, y con muchas ganas de pisar tierra, la verdad sea dicha.

Ha sido una experiencia que recordaré siempre, pero no creo que me monte en un barco demasiado pronto!

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Australia – QLD, Hacia el norte por la costa de Queensland

La costa este de Australia es muy comercial y normalmente enfocada al turismo joven y fiestero. Por suerte, el verano pasó y con el otoño las masas se han ido a ocupar otros lugares. Conducir por esta parte de Australia es bastante monótono y un poco aburrido. A ambos lados kilómetros y kilómetros de plantaciones de caña de azúcar lo ocupan absolutamente todo. La carretera y los paisajes no tienen demasiado de especial y se tarda un montón en llegar de un punto a otro, así que me dedico a practicar mi alemán con Sebastian. Estoy un poco oxidada, pero es increíble cómo vuelven las palabras a la mente después de sólo un par de horas de práctica. Me encanta!

Aprovechamos el día y conducimos un rato por la noche, ya que ahora hay pocas horas de luz. A veces, tenemos que parar el coche porque la puesta de sol es tan increíble, que es imposible seguir conduciendo. Nos subimos al techo del jeep con una cervecita… ahhh, ideal.

Solemos pasar el día en alguna playa, Hervey Bay, Sarina, Cannonvale y finalmente la famosísima Arlie Beach. Y en una de ellas, justo cuando estábamos a punto de acabar una caminata muy chula, aparecen dos canguros. Pero la sorpresa estaba en que uno de ellos era mamá-canguro con un bebé en la bolsa. Qué ilusión, qué cosa tan linda!

La costa es bonita, pero es tooooda igual, todas las playas parecen la misma, así que no hay mucha variedad. Los espacios públicos en este país son un placer. En todas las playas y parques, por ejemplo, hay barbacoas gratuitas, todo está en muy buen estado. Son eléctricas, apretas un botón, se enciende la luz verde y tachán, ya puedes cocinar. Perfecto para disfrutar el sol.

A mi compi de viaje se le acaba el dinero, así que mi tiempo con él también se acaba, por cierto bastante antes de lo esperado, así que me tengo que volver a poner en acción para buscar al siguiente.

Ya sola, llego a Cairns en autobús, el primero en mucho tiempo… me recuerda un poco a los meses en Asia. Desde aquí tengo más posibilidades de encontrar a gente, quiero ir al desierto del centro del país.

Ya os contaré!

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