Australia – QLD, Fraser Island

Fraser Island es la isla de arena más grande del mundo. Para acceder a ella hace falta un todo terreno y como no está asfaltada,  toda la conducción se hace a lo largo de la playa o a través de las dunas. Por este motivo, los operadores turísticos se ponen las botas cobrando unos 400$ por pasar dos noches en la isla y visitar cuatro puntos básicos. Por suerte, nosotros tenemos nuestro propio vehículo y aun así duele pagar 160$ por el ferry, más toda la gasolina que chupa este bicho. No demasiado ecológico, ejem ejem…

Moverse por la isla es totalmente dependiente de las mareas. El acceso principal y el más fácil es a lo largo de la larguísima playa de la costa oeste. De hecho, el tráfico rodado está prohibido en la otra costa. A partir de ahí se pueden ir haciendo incursiones al interior para visitar varios lagos y hacer caminatas. Entre las atracciones principales están el Lago McKenzie, con una de las aguas más claras que he visto jamás y Eli Creek, un torrente de agua dulce que nace en la selva del interior y va a morir al mar. Se puede ir caminando por una pasarela torrente arriba y dejarse llevar por la corrinte hasta llegar a la orilla del mar! Un poco más al norte, prisionero en la arena, está el esqueleto oxidado del Maheno, un barco que quedó varado en 1935. Durante la marea baja, te puedes acercar bastante y observar, a través de los ojos de buey, los peces que han quedado atrapados en su interior. Y para acabar, las maravillosas Champagne Pools, unas piscinas naturales que quedan al descubierto en bajamar. Está prohibido meterse en el mar, por las corrientes y por los tiburones, así que este tipo de lugares vienen muy bien para darse un chapuzón.

Una de las cosas que más me ha gustado de la isla es poder observar al dingo en libertad. Se trata de una especie de perro salvaje monísimo. Toda la isla está plagada de carteles advirtiendo del peligro de estos animales, prohibiendo darles comida, etc, pero los ejemplares que he visto yo son timoratos y muy observadores. Por supuesto, algunos se han vuelto agresivos porque los turistas los han querido tratar como mascotas, dándoles comida, y olvidando que se trata de animales salvajes.

Fraser Island, dunas gigantes, lagos cristalinos, bosque tropical y dingos. Los aborígenes la llaman K’Gari, paraíso, pero tampoco es para tanto. Ha sido una experiencia 4×4 muy chula, pero creo que la isla está un poco sobrevalorada.

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Australia – QLD, Rainbow Beach

Se acabó el surf, pero sólo de momento. Me despido de Ruth con penita, pero sé que la volveré a ver en algún lugar del mundo.

Mi nuevo compi de viaje se llama Sebastian, es alemán, 29 años, ingeniero de automoción. Entre el caos caribeño y el orden alemán debe haber un punto intermedio, no? A ver si lo encuentro. La verdad es que estoy super contenta con él, funcionamos super bien viajando juntos, hacemos un buen equipo. Sebastian tiene un 4×4 y es ideal para meternos por todas partes.

La primera parada que hacemos juntos es Rainbow Beach. Esta zona de costa recibe este nombre por los colores de las rocas de arenisca a lo largo de toda la playa. Lagos, caminatas por el bosque y picnics. Playas interminables donde se puede entrar con el coche, hacer camping o simplemente pasear.

Estamos en la costa este, así que los amaneceres son espectaculares. Da gusto empezar el día así.

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Australia – NSW, Surf trip hasta Byron Bay

Conocí a Ruth por internet. Por fin encuentro una compañera de viaje mujer, la verdad es que ya me apetecía. Es venezolana, tiene 28 años y es surfista. Se dedica a recorrer el mundo haciendo bodyboard, su país la patrocina para participar en todas las competiciones del campeonato del mundo. Además, es diseñadora, hace bikinis fantásticos, y ya me ha regalado uno. Dice que tengo que lucir más este trasero mío, así que le he hecho caso.

Afortunadamente, Ruth tiene equipo para las dos, así que me deja un neopreno y una de sus tablas. Sus aletas me van pequeñas, pero siguiendo con mi racha de suerte, resulta que a un señor en la playa le sobraban unas y me las regaló, toma ya!

Solemos acampar en la playa y los días empiezan a las seis de la mañana, suena el despertador y lo primero que hace Ruth es mirar el mar y ver si hay olas. Después nos sentamos a ver el amanecer, el sol sale del horizonte y es absolutamente maravilloso!

Bueno, lo de coger olas es mucho mucho mucho más difícil de lo que parece. Primero hay que observar el mar, los bancos de arena, las olas y las corrientes, ya que no se puede entrar por cualquier lado, de lo contrario estarías luchando contra la corriente y es una batalla perdida. Por supuesto, cada playa es distinta. Una vez en el agua, remar, remar y remar con los brazos con todas tus fuerzas para ir saliendo más allá de donde rompen las olas. En el camino, sobre todo si no sabes mucho como es mi caso, las olas te van rompiendo encima. Es agotador. Si tengo suerte, hago bien el duck dive, o sea hundir la tabla con la rodilla y pasarla por debajo de la ola; si la suerte no me acompaña, como normalmente, la ola me revuelca y me lleva otra vez para atrás! Oh noooo! Hay que volver a remar!

Bien, llego donde están los otros surfistas. Hay que esperar, te sientas en la tabla y charlas, hay buen rollo, pero la vista de los que saben está siempre clavada en el horizonte para ver cuándo llega la siguiente. Que si de dónde eres, cuánto tiempo llevas en Australia, etc, pero a la que levanta una ola a lo lejos ya los ves a todos remando hacia delante para intentar cazar la ola. Es una persecución constante. Y aquí viene el tema, mirando la ola en la lejanía hay que saber si la ola va a romper hacia la derecha o la izquierda, para poder coger el tubo. Yo todavía no lo tengo claro, así que ahí tienes a Ruth a grito pelado: ‘Vamos Bea, remaaaa, derechaaaaaaaaaa’. Ésta es la otra gran dificultad, hay que coger la ola justo en el momento adecuado. Si remas demasiado lento, la ola de pasa por debajo y rompe más adelante. Si remas demasiado fuerte, la ola te vuelve a romper encima con una fuerza que no veas, otro revolcón!

Cuando consigues coger una ola, la sensación y la satisfacción son increíbles. Aunque haya que volver a darse todo el palizón de remar otra vez. He cogido olas más grandes de lo que hubiera soñado jamás, entre 2 y 3 metros. Cuando las ves desde la orilla no parecen nada, pero una vez estás en el mar, glups, son enormes!

Con Ruth me he divertido muchísimo. Es una caribeña bien loca, generosa y de buen corazón.

Después de surfear en las playas de Whale Beach y Angouri, llegamos a Byron Bay, una ciudad hippy, orgánica y muy surfista. Siempre hay tambores en la playa para la puesta de sol, y por la noche, hogueras, fiesta y más tambores. Todo el mundo surfea y hay gente de todas las partes del mundo. Me encanta el ambiente.

La experiencia del surf ha sido chulísima, me he divertido mucho y es algo que te mantiene muy en forma. Me llevo la lección de que no hay que subestimar el mar, sino tratar su fuerza con gran respeto.

Mis primeras olas! Y en Australia!!!! Soy afortunada.

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Australia – NSW, Sydney

Por fin Sydney! Me hacía muchísima ilusión llegar y me encanta esta ciudad.

Esta vez me alojo con Iñaki, el primo de mi cuñada Arantxa, o sea, parte de la familia. Se ha portado de maravilla dejándome dormir en el sofá, cuando tiene la casa realmente llena de gente. Incluso escribió un cartelito para que todos supieran que había llegado! Vive en una casita en Darlinghurst, un barrio genial, moderno, gay, lleno de locales con encanto, bares y terrazas. Se puede ir caminando al centro y a toda la parte del puerto, donde están la famosísima Opera y Harbour Bridge.

No he podido resistir bajar a esa zona todos los días que he estado en Sydney. La puesta de sol desde el Jardín Botánico es simplemente espectacular. Todo es más pequeño y compacto de lo que imaginaba, queda como muy recogido dentro de la bahía. Aunque hay barcos entrando y saliendo a todas horas, y la costa está muy urbanizada, me sigue pareciendo un lugar bonito, quizás por lo famoso, pero me ha gustado mucho.

Cuántas fotos se pueden sacar de lo mismo? Por lo visto, muchas.

No me importaría  quedarme unos días más, pero me voy a hacer SURF! Qué emoción! Podré subir este culamen a la tabla???

Más noticias en la próxima entrada…

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Australia – ACT, Canberra

Hace 100 años sólo había prados y ovejas donde hoy se alza la Canberra, la capital de Australia. Una capital totalmente hecha por el hombre, trazada sobre el papel, diseñada por el arquitecto Burley Griffin.

Al principio parece aburrida, demasiado artificial, muy geométrica, pero en realidad es un paraíso de museos fantásticos y gratuitos. Galerías de arte, el Parlamento, el Jardín Botánico, donce Kath, una abuela muy sabia nos da una charla magistral de botánica.

Unos días de más frío del esperado, con el otoño tiñiendo las hojas de los árboles de colores preciosos, pero al mismo tiempo, días tranquilos de visitas culturales y tardes de jazz.

Todo el mundo decía que Canberra no valía la pena, pero a mí me ha gustado visitarla.

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Australia – Por la costa de Victoria hacia el norte

Empieza la aventura australiana. Adrien y Fanny son dos franceses que llevan más de un año en el país, compaginando trabajo y viaje. Cada uno viaja con su furgoneta y yo me uno a su convoy.

Australia es enorme. Sus distacias gigantes me abruman, pero hay que empezar poco a poco. La idea es viajar con ellos bordeando la costa hasta Sydney.

Salimos de Melbourne y hacemos la primera parada en Wilson’s Promontory National Park. Después de pasar una semana en Melbourne ya me apetecía pasar más tiempo en la naturaleza. Pasamos el día al aire libre, caminando por el monte y en la playa, haciendo picnic en la arena y disfrutando de la naturaleza. Bañito a las 10 de la mañana en el Mar de Tasmania, fresquito fresquito.

Australia está absolutamente plagada de parques nacionales, es una pasada. Siguiendo en ruta hacia el norte, Ben Boyd National Park, y una caminata hacia The Pinnacles, una formación rocosa muy bonita. Roca roja, cielo azul.

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Australia – VIC, Great Ocean Road

A unas 3 horas de Melbourne, la Great Ocean Road serpentea a lo largo de una costa preciosa, llena de formaciones rocosas. Las más famosas son los «12 Apóstoles», un lugar muy turístico, pero impresionante. De las doce rocas, ya sólo quedan siete, y a ola cada 12 segundos, es probable que dentro de unas décadas, ya no quede ninguno.

Hicimos la excursión con mi amiga Sylvie y su coche, y estuvo muy bien compartir tiempo juntas, sólo las dos.

Me llevó a la Reserva de Otway y pude ver koalas en libertad por primera vez. Qué emoción! Son monísimos, unas bolitas de pelo que casi sólo duermen. Dato curioso: mi primer koala estaba haciendo sus necesidades y no pude resistir coger un palito, revolver la caquita y oler. Sorpresa! No huele mal, como sólo comen hojas de eucaliptus… en fin, vaya momentazo.

 

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30.000 visitas

Después de hacer la prueba de privatizar el blog durante unas semanas y darme cuenta de que las visitas bajaron radicamente, decidí volver a hacerlo público. Muchos no podíais acceder con el usuario y el password, y a casi todo el mundo le resultó un engorro.

Aun así, hoy me acabo de dar cuenta de que ya tengo 30.000 visitas. Oe-oe-oe-oeeee!!!

Los primeros días en Australia han sido de más incertidumbre de la imaginada. Estoy a la búsqueda de compañeros de viaje para recorrer el país y al principio, parecía que ninguno de los planes salía bien. La gente no me contestaba a los mensajes, nadie se decidía ni decía nada claro. Entre eso y que el otoño ha llegado, y con él la lluvia, los ánimos estaban un poco bajos. Pero como siempre, acaba saliendo el sol y todo parece que se encamina.

Sabíais que me siguen desde 28 países diferentes??? Total, que lo que quiero decir es que me hace muy feliz ver vuestros comentarios y comprobar cómo el número de visitas va creciendo.

Que tiemble Australia, allá voy!

 

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Australia – VIC, Melbourne

Melbourne ha resultado ser una grata sorpresa. Además de reencontrarme con dos amigas con las que compartí piso en Singapur, Joy y Sylvie, me he encontrado con una ciudad victoriana y moderna, underground y con mucho estilo. Plagada de cafés y terrazas, de pequeñas tiendas de diseñadores locales, de antigüedades, Melbourne vibra en infinidad de rincones.

He pasado la mayoría del tiempo en St Kilda. Me encanta este barrio. Cerca del mar y con mucha vida y encanto. Escenarios al aire libre, teatro y conciertos gratuitos, siempre hay algo que hacer.

El sábado, fuimos a ver a Elvis a un bareto en St Kilda. Un tal Rohan actúa cada sábado y de verdad que es un espectáculo. Esta vez iba vestido de judoka y además de cantar y bailar rock & roll (nada mal, por cierto) se dedicó a romper tablas de madera a puñetazo limpio. Una combinación bastante curiosa. Aunque no seas una gran fan de Elvis, es imposible resistirse a bailar. Elvis consigue que todo el mundo esté de buen humor, el público estaba de lo más entregado. Fue una tarde divertidísima.

En el CBD (Central Business District), los edificios modernos y los rascacielos se mezclan con la Catedral, la estación de tren, la Biblioteca Nacional y otros edificios victorianos. Me gusta el contraste! Hay un tranvía gratuito que hace un recorrido circular por el centro y va muy bien para irse parando a visitar cositas.

El Victoria Market es un hervidero de paradas, de comida, de multiculturalidad. Y en el barrio de Fitzroy, al norte, te podrías pasar días sin parar de entrar en tiendecitas y cafés.

Hay montones y montones de grafitis impresionantes, verdaderas obras de arte!

He vuelto a disfrutar de la hospitalidad de dos personas en couchsurfing. Jo, una trabajadora social australiana con muchas historias interesantes, y Vasilis, un arquitecto griego recién llegado a la ciudad.

Jo me llevó a la Churchill Reserve, un parque cercano a su casa donde pude ver canguros en estado salvaje, así tan panchos ellos, campando a sus anchas. Fue muy chulo!

El día de Sant Jordi lo celebré con otros catalanes en una librería de la ciudad. Los contacté a través del Casal Català de Victòria, y me hicieron sentir un poquito más cerca de casa.

Me he sentido muy a gusto en Melbourne y no me importaría para nada volver.

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Bye Bye New Zealand!

Aotearoa, el último país del planeta en ser ocupado por el ser humano y el primero en establecer una democracia completa. Tierra de glaciares, lagos, fiordos, volcanes, géiseres. Se me quedan cortas las palabras para describir la belleza natural de este lugar. Vine con las expectativas muy altas, pero no ha habido decepción alguna, sino más bien fascinación.

Mis amigos me han hecho sentir como en casa. La gente es extremadamente amable y educada. Escribo esto desde el aeropuerto, justo antes de embarcar. Para muestra un botón. El oficial de inmigración, después de hacer el papeleo pertinente y preguntarme qué tal el viaje (hasta ahí todo normal) antes de despedirse con una sonrisa me suelta: «Gracias por visitar nuestro país.» Qué voy a decir? Espectacular.

Después de algo más de dos meses, toca mover ficha, seguir adelante. Australia me espera!

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